inflexiones
Se me escapa la saliva de la boca mientras saboreo tu imagen reflejada en el cuerpo de la luna.
Van cayendo cocos que se abren y derraman su agua en la tierra: los sabores en la lengua, unas alas doradas que se dibujan sobre la palma de mis manos repletas de caramelos.
Medito sobre los silencios resignificados, las ausencias que hacen a la presencia: los espirales dobles que, como caracoles enfrentados, me envuelven con su baba y me cantan el mar.
Son hojas que se desprenden del árbol y se depositan suave sobre el suelo para dibujar una marca en el tronco calloso que se regocija con la luz.
Abrir los ojos es suicidar al dolor y hacerlo chocolate.
Ahora, justo ahora, en éste instante incorpóreo, dibujo un retrato entre tus piernas y las mías: el placer de estar acá en este espacio curvo, disfrutándote sin tiempos ni forma.
Ya llovió.
No hay banda sino sólo la belleza del silencio que baila entre los pinos para concentrar su aroma en un puente infinito entre lo verde y lo amarillo, donde transitan bailarines de colores sublimando en cristal perfecto.
Van cayendo cocos que se abren y derraman su agua en la tierra: los sabores en la lengua, unas alas doradas que se dibujan sobre la palma de mis manos repletas de caramelos.
Medito sobre los silencios resignificados, las ausencias que hacen a la presencia: los espirales dobles que, como caracoles enfrentados, me envuelven con su baba y me cantan el mar.
Son hojas que se desprenden del árbol y se depositan suave sobre el suelo para dibujar una marca en el tronco calloso que se regocija con la luz.
Abrir los ojos es suicidar al dolor y hacerlo chocolate.
Ahora, justo ahora, en éste instante incorpóreo, dibujo un retrato entre tus piernas y las mías: el placer de estar acá en este espacio curvo, disfrutándote sin tiempos ni forma.
Ya llovió.
No hay banda sino sólo la belleza del silencio que baila entre los pinos para concentrar su aroma en un puente infinito entre lo verde y lo amarillo, donde transitan bailarines de colores sublimando en cristal perfecto.